El burro del Peropalo es un símbolo del sufrimiento de estos animales en España. Durante muchos años este animal ha sido maltratado salvajemente en las fiestas de Carnaval de Villanueva de la Vera. El paseo que se hace por el pueblo, rodeado de borrachos, ruido, tiros al aire, empujones y una masa de personas apretujándose contra él son una desgracia, que tuvo su mayor desastre hacia 1986 cuando supuestamente el burro que se utilizaba murió aplastado por la muchedumbre que se subió encima. Así que acudimos esperando lo peor, aunque curiosamente no se han convocado protestas por ningún colectivo animalista ya que el pueblo y los paisanos organizadores han garantizado respeto y protección del animal, aunque sin dejar de celebrar el acto salvaje. Por resumir en pocas palabras, el paseo de este burro lleva un jinete encima, borracho y camuflado con ropas viejas que le hacen parecer un pelele, un muñeco de trapos y paja. Tanto él como la cuadrilla de los quintos del pueblo, y los que suponemos son los defensores a ultranza de esta tradición cavernícola, van muy alcoholizados, por el aroma que les acompaña y la mirada perdida y desequilibrio corporal. Los paisanos de pueblo, los más jóvenes ante todo, van canturreando una copla que con un «tururururú» acompaña cada parada y cada vuelta entre las callejuelas de un pueblo de casas tradicionales hermosas y pintorescas.
El burro no quiere participar de esta tradición y se le ve asustado, vapuleado, y a los pocos instantes cae al suelo, por miedo y resistencia a seguir en el juego. Hay bastante presencia de reporteros y fotógrafos con lo que los supuestos cuidadores del burro, y el grupo de escolta del pelele miden sus gestos, pero al final obligan a la fuerza a que el animal vuelva a continuar con su paseo. Es una muestra más de esa mezcla bizarra y sobrecargada de tradición popular, gritos y ruido, acompañados de abuso animal. Niños, jóvenes y visitantes se ven involucrados en un ritual prescindible, que al menos se podría reconvertir en algo más llevadero, con un muñeco animal. No es divertido, no es enriquecedor, y compite de manera muy fea con otras expresiones que se celebran en esas mismas fiestas que quedan más bien ensombrecidas. Sí, puede que el burro no muera y que haya supervisión de todo lo que se hace con él, pero es que lo poco que hace es humillante y refleja una relación salvaje y violenta con un animal que ha ayudado tanto a las gentes del campo.