Sabíamos que esta iba a ser una jornada difícil. Los eventos de «tortura taurina» siempre lo son. Y entre todos esos festejos de sangre y fiesta con toros de por medio aquellos denominados como «toro embolado», agrupados en Cataluña como Bous al carrer o Correbous, son los más intensos, controvertidos y arraigados. Sabíamos que en más de una ocasión los «extraños» o «visitantes» con intención de fotografiar, grabar o documentar estas salvajadas han sido víctimas de violencia, insultos, pedradas. Sabíamos que en Amposta, uno de los escenarios más conocidos para el Toro Embolado, más tradicionales y auténticos, corríamos ese riesgo. Y fue lo primero que nos advirtieron los amigos que tan generosamente nos acogieron en su casa, en unas fechas en las que normalmente huyen del pueblo, para no escuchar ni relacionarse con los encierros y todo lo que rodea las fiestas patronales de esta importante localidad de Tarragona. Son inteligentes: y no son los únicos. Por eso estoy convencido de que lograremos parar esta juerga sangrienta y descerebrada.
Nos decían mis amigos que para facilitarnos la tarea habían bajado a «la plaza» por primera vez en su vida. Algo parecido a la Cúpula del Trueno de Mad Max, un coso construido a base de carretas, plataformas y vehículos agrícolas o de transporte que, bajo autorización, dan derecho de uso y disfrute a los propietarios de esos palcomóviles y no perder detalles de lo que sucede en la arena, cada tarde y cada noche, durante ocho días sin pausa. Vaquillas, toros, caballos… Animaladas en manos de seres inhumanos. Un espacio oscuro y angosto en el que sería difícil moverse sin ser vistos, y escapar en caso de peligro. Avisados y agradecidos nos preparamos desde temprano, de media tarde, para observar cada uno por su cuenta, la gente, el lugar, los rincones desde los que documentar el toro embolado de esa noche. Horas de espera y entretenimiento salvaje.
Cientos de jóvenes y niños se agolpan alrededor del coso mecánico para acosar y divertirse con las vaquillas infantiles. A pesar de que la megafonía advierte de que no pueden participar menores, lo hacen. Los padres y familiares jalean y ríen con los tropezones, las patadas al animal o lo que sea. Los más mayores se reservan para el plato fuerte, o beben en los quioscos de alrededor. La noche desciende bajo la atenta mirada del logo que preside esta plaza seca: Montsiá, los arroces industrializados de la localidad, orgullo, protección e identidad del Delta del Ebro y muchas gentes. Quizás un poco cómplice de lo que sucede a sus pies, en unos terrenos que ignoro si le pertenecen o más bien al municipio.
Llega la hora del Toro Embolado. Hemos ido sintiendo la presión y la vigilancia a nuestro alrededor. Han visto nuestras cámaras y probablemente nuestros rasgos de extraños. Vamos a tener muy poco tiempo para fotografiar, capturar sonidos e imágenes en movimiento, en cuanto saquen al toro en el cajón. Pero la excitación de todos nos tapa. Logramos acercarnos durante unos segundos cuando el toro sale del cajón, cuando le amarran para colocar el engranaje que va a sostener unas bengalas y el fuego posterior, encima de los cuernos del animal. Los expertos involucran a menores a ver de cerca, apoyar, perder el miedo al toro linchado. Cuando le sueltan es difícil escapar a la tensión y adrenalina y tanto Roberto como yo perdemos el fugaz instante en que el toro es liberado a oscuras, con unos cohetes amarrados a sus cuernos, con uno de los emboladores agarrado al rabo mientras el anima intenta huir, zafarse del humano idiota que le sujeta, escabullirse del fuego en su cabeza, de los cohetes que desatan una ola gigantesca de risas…
A los pocos instantes un grupo de adolescentes reforzados por un adulto que me habla en catalán me amenazan y me echan del coso. No quiero ofrecer más bronca porque tengo la esperanza de que Roberto logrará rodar más. Pero casi inmediatamente le echan a él y después a Enrique. Pero Roberto ha logrado grabar las voces de los niñatos cuando le expulsan… Es nuestro objetivo. Documentar la fiesta, documentar los torturadores. El resto lo haréis todos vosotros.