Primera jornada oficial de rodaje para nuestro pequeño equipo de trabajo. Puesto que las fiestas con tortura animal suceden prácticamente a lo largo de todo el año esta fecha es accidental. La dinámica de producción y organización de un equipo de cine, por muy pequeño que sea, requiere una salida y una meta. Es cierto que el verano concentra una gran parte de festejos en los que el maltrato animal es espectáculo, tradición y fiesta; también hay un predominio de festejos taurinos con modalidades que se repiten (caso del toro embolado), y todo tipo de corridas y novilladas. Por lo que partimos con la idea de que no podemos documentar todos los festejos; la tortura animal en los festejos populares no es sólo encierros, corridas y novilladas; además tenemos más de un año por delante. Es todo muy secreto, pero no se podría hacer de otra manera. Pero podemos ampliar con palabras, imágenes y sonidos algunas de las fiestas que documentamos.
Benavente exhibe y organiza con orgullo histórico la fiesta del Toro Enmaromado. Se trata de un encierro que según fuentes históricas puede tener orígenes medievales, y que según la leyenda reproduce la costumbre de la Condesa de Benavente de donar cada año un toro al pueblo (para ser perseguido y matado, conmemorando así la muerte en las astas de un toro de un hijo de esta noble). En los últimos años, como muchos de estos festejos alejados de lo que los aficionados llamarían arte taurino, ha recobrado fuerza tanto popular como entre los turistas. Lo que podría explicar que haya recibido la categoría de Fiesta de Interés Turístico Regional por parte de la Junta de Castilla y León, así como la de Festejo Taurino Tradicional. Institución que luego sanciona festejos parecidos en otros municipios de su territorio. En la actualidad se ha empezado a reclamar la categoría de Bien de Interés Turístico Nacional.
Como toda fiesta de pueblo las celebraciones duran varios días y hay espacio para conciertos, atracciones infantiles, chocolatadas, charangas, desfile de peñas, o fuegos artificiales. En Benavente las Fiestas del Toro se extienden en 2015 hasta diez días con todo tipo de becerradas, novilladas y encierros (con un presupuesto de 178,000€). El Toro Enmaromado es el más importante junto con el llamado Torito del Alba (que también va atado con una soga corta). Hay espacio para los niños con un concurso de recortes con premios de entradas a los espectáculos taurinos de la semana. Al toro que se enmaroma se le da protagonismo estelar en toda la comunicación, con unas hermosas fotografías que le identifican con su peso y su nombre. La víctima en nuestro día de rodaje se llama Bonarillo.
Al llegar a Benavente nos acercamos al punto de salida del toro, un corral diminuto en el que Bonarillo espera desde la mañana, y que podemos ver gracias a una cámara cenital que ha colocado la televisión local de Benavente. Recogemos información por boca de algunos vecinos y trabajadores al cuidado del animal y la zona, y seguimos explorando las calles del encierro y los lugares en los que podríamos intentar filmar y fotografiar el festejo. Las calles están tranquilas y una vez organizada nuestra estrategia hacemos tiempo para tomar posición tanto en la salida del encierro como en la primera parada del recorrido, donde se sujeta al animal – supuestamente para que descanse – y en el que, según testigos de otros años, a veces el toro colapsa y hay que sacrificarlo ahí mismo, del agotamiento y sufrimiento acumulados.
Hacemos tiempo visitando el desfile de las peñas del pueblo, con sus distintivos de colores, charangas, y ambiente familiar. Hay clarísimos guiños a San Fermín y alrededor de nuestros oídos sobrevuelan los comentarios sobre los entrenamientos para el día estelar, los miedos, las bromas machistas sobre tener o no tener valor para correr delante del toro. Finalmente nos separamos por lugares estratégicos. Roberto – el cámara principal – en la salida, el operador de sonido – Pablo – en la plaza, donde un ayudante de producción grabará entre la gente ambientes sonoros, yo por mi parte manejo una segunda cámara y he conseguido que me inviten al piso de un vecino, y nuestro fotógrafo – Kike – de líbero por todo el recorrido.
Cuando llega el momento del encierro todo pasa muy deprisa, tanto al inicio como a la llegada a la plaza, así como la continuación del encierro. Apabulla la enorme cantidad de gente que rodea por delante y detrás al animal que apenas esconde fiereza, salvo cuando se arranca hacia aquellos más próximos. Es una enorme masa animal bella, fuerte y humillada. Con la lengua fuera, la cabeza gacha, rota, sufriente. Se nos encoge el estómago con lo que vemos, los corredores disfrazados de San Fermín cuando no lo es, las familias con niños pequeños, las buenas gentes trasformadas en hooligans que aplauden y gritan «¡Toro, Toro, Toro..!» al animal cuando es inmovilizado en lo que tristemente se llaman «descansos».
El recorrido se alarga por muchas calles del pueblo, en una agonía extenuante para el animal que es incluso capaz de salvar fuerzas para intentar abrirse hueco a cornadas, entre la gente que le acosa. Pero nada grave sucede (¿por desgracia?) y sigue su via crucis hasta el matadero donde lo último que verán sus torturadores es el río de sangre que se escapa tras la puerta metálica a modo de telón.