Ferragosto. El término inventado por los romanos (contemporáneos) para describir el cierre de todo en 15 de agosto, la huida a la playa y el abandono de la ciudad a golpe de persiana bajada, en España es otra cosa. Es la Virgen de Agosto, el momento álgido de la fiesta del pueblo, en honor de la Virgen María en sus múltiples nombres y variantes, aunque todas vengan a ser la Madre de Dios. Y quien dice fiesta mayor en España dice santo patrón y dice animal torturado y matado. Generalmente un toro: pero hay otras variantes. Así que en un viaje que también nos ha llevado al pueblo de Amposta, el día 15 de agosto paramos en Sagunto para documentar la, supuestamente, inocua Suelta de Patos. Es un día de fiesta y juegos acuáticos en el inmenso Puerto de Sagunto al que se accede solamente andando un largo trecho o montados en un servicio especial de autobuses. Desde muy temprano la gente empieza a llegar, en familia, en pandilla de amigos, en chanclas y bañador, dispuestos a mojarse y pasar unas horas. Los actos incluyen una travesía a nado del puerto, una cucaña marina con todo tipo de premios – que se prolonga durante gran parte de la mañana – y el fin de fiesta: la suelta de patos. Tras la intensidad y violencia que hemos vivido el día anterior en Amposta estamos alerta *. Hay presencia policial, tanto local como Guardia Civil, y observan bolígrafo en mano. En años anteriores se ha multado al Ayuntamiento, incluso se dejó de celebrar un año, pero se ha vuelto a retomar con la excusa de un mayor control, un número menor de patos (unos 120) y la participación restringida a aquellos que se han inscrito previamente y exhiben una camiseta que les autoriza a perseguir y capturar patos. Como es normal hay muchos periodistas y algunas televisiones. Hay miradas de sospecha y algunos curiosos preguntan de donde eres y para qué son «las fotos» que estamos tomando. Por si acaso, no les falta tiempo para explicar que «los patos no sufren y se les trata muy bien».
Una vez acabada la cucaña y agotada nuestra paciencia vemos como varios botes de servicio del puerto de Sagunto se colocan en varios puntos de la zona limitada en el agua para la jornada festiva; hay decenas y decenas de bañistas, familias de todas las edades, quinceañeros en mini botes hinchables, flotadores… En el punto más alejado se empiezan a arrojar balones de plástico que son cazados en pocos segundos. Por el extremo más cercano a la gente otro de los barcos empieza a liberar patos desde unas jaulas, arrojados al aire hacia el mar por empleados públicos. Los patos revolotean despavoridos y algunos patean por encima de las aguas hasta que son atrapados. La gente chilla y nadadores de todas las edades llegan junto al borde del puerto para mostrar a quién quiera el pato que han capturado. Muchos acarician las cabezas de los patitos, los niños se enternecen con los animales… Todo el mundo repite y repite, ante las cámaras, que a los animalitos no les pasa nada. Me han explicado, anteriormente, que los patos no se pueden llevar a casa y se controla que así sea. Miro a los que atrapan pelotas de plástico, que sí se podrán llevar, y está claro. Piensan muchos que es lo mismo perseguir y jugar con pelotas que con patos, que no sufren, de la misma manera que no sufren los juguetes. Pero, entonces ¿no podría hacerse siempre sin patos y solamente con juguetes de goma?
Se ha cumplido ahora un año desde nuestra visita para documentar esta fiesta. El día 25 de julio arrancaron las fiestas de esta localidad. Como en muchas localidades a lo largo del mapa español se ha producido un cambio de gobierno en Sagunto, y el alcalde, de Compromís, podría estar detrás de la cancelación de esta suelta de patos, que ya no aparece por ninguna parte, en el Programa de las Fiestas Patronales. Me confirman en una llamada a la Oficina de Turismo que se ha cancelado. ¿Es un acto de responsabilidad y compromiso hacia la tortura de animales en festejos? Y si es así, ¿por qué el programa aparece repleto de actos con toros? El 1 de agosto anuncian «2 Toros embolados y diez vacas enfundadas con Animación». Durante la quincena del 1 al 15 de agosto hay eventos taurinos para niños, toros embolados, encierros con vacas… ¿Qué queremos transmitir? ¿El toro no es sujeto de tortura, humillación y sufrimiento, pero los patos sí?
Es hora de preguntar al Ayuntamiento en su web y en su correo oficial: info@aytosagunto.es
* en breve encontrarás la crónica de lo vivido en Amposta durante su Toro Embolado.
El 25 de julio es el Día de Santiago, tanto en el santoral católico como en el calendario oficial de muchas localidades españolas. Eso se traduce en un día de vacaciones y celebraciones religiosas, bailes, desfiles, competiciones y como no podía ser menos festejos de tortura animal.
Es nuestra tercera jornada de trabajo documental y hemos recalado en un pequeño pueblo de la provincia de Toledo. En pleno corazón del verano el calor es intenso cuando llegamos, hacia las 9 y media de la mañana. Al poco de entrar desembocamos en unas callejuelas tapadas de arena y vecinos que se dirigen hacia lo que, según nos explican, es el centro, la plaza. En breve comenzarán las carreras. A nosotros nos falta un café pero a nuestro alrededor los más jóvenes se desayunan ya con botellines y minis con la sonrisa cómplice de padres y amigos.
Estamos aquí para observar, filmar, registrar en imágenes un festejo tan antiguo como salvaje. Se le conoce por Correr Los Gansos, aunque el programa municipal habla de Fiestas Patronales de Santiago Apóstol, de carreras de caballos enjaezados y carreras de gansos. La Hermandad de Santiago defiende que las carreras existen desde hace 400 años. La jornada se acompaña además de una procesión en la que las autoridades y vecinos devotos del pueblo pasean a una pequeña figura del apóstol Santiago, precedida de tambores y clarines.
Las carreras de caballos enjaezados es un juego de habilidad en el que jinetes emparejados pasan al galope por la plaza central, unidos por un brazo y sin perder el equilibrio. Se hace repetidas veces y participan incluso mujeres o parejas mixtas. Siempre es agradable ver igualdad de género incluso en la España más terruña… Pero el evento principal será por la tarde, pasadas las horas de calor infernal en las que las persianas se cierran a cal y canto y desaparece la gente, en lo que suponemos es una larga siesta reparadora de trasnoches.
Correr Los Gansos es algo que se ha hecho en muchos pueblos españoles, ha ido desapareciendo o evolucionando hacia otras variantes, como la versión marinera de Lekeitio – de la que hablaremos en su momento -. Al principio se hacía con animales vivos, y ahora se los «duerme» antes del festejo, por lo que los descabezamientos son (según los vecinos) piadosos. Supongo que si ejecutáramos personas con una jeringa, y luego las colgáramos de los pies para descabezarlas con un juego de caballos sería menos salvaje que si lo hacemos con personas vivas. Los mecanismos de justificación de la crueldad intentan colártela, siempre. Aquí se nos recuerda que fue Margaret Thatcher la que obligó al pueblo a dejar de hacerlo con gansos vivos – al poco de vernos con cámaras vienen a preguntarnos para que televisión es y nos aseguran que los gansos no sufren, que están muertos -. Observo muchos niños presentes, algunos que preguntan horrorizados qué le están haciendo al Pato Donald, y las respuestas mentirosas de que no sufren, que están dormidos (que debe ser mejor que explicarles que están muertos).
Comienzan las carreras tras unos ajustes técnicos de altura y estado del ganso – para ello se usa un animal que ya tiene el cuello un poco rebanado, con lo que la jinete que tira de la cabeza se queda con ella en la mano sin problemas -. Velocidad, gritos de emoción y aplausos cada vez que un animal es descabezado. El cuerpo del animal, la sangre y los órganos que asoman por el agujero se desatan, echan a una bolsa y se continúa. El jinete que logra descabezar al ganso se reúne rápido con la familia, se hace una foto de grupo con la cabeza en mano, y en ocasiones con algún bebe en el regazo. Lo grotesco, lo macabro, lo irracional se esconden en las sonrisas y felicidad de esta buena gente que seguirán «corriendo los gansos», celebrarán este show de cadáveres cada año, este mismo año si no se impide lo contrario.
Segundo día de rodaje. Nos trasladamos a Denia, al levante mediterráneo para observar y retratar uno de los festejos veraniegos con maltrato animal más conocidos de España. Se llama Bous a la mar (que traducido al castellano significa Toros al Mar) y se realiza a lo largo de la Festa Major de la localidad, que son las Fiestas Patronales en honor a la Santísima Sangre, duran más de una semana y ofrecen dos sesiones de este mal llamado espectáculo taurino. La sangre, como en muchas fiestas populares españolas, está presente en cuerpo religioso y cuerpo animal.
En el puerto de Denia encontramos el espacio reservado para el Bous: un recinto en forma de «c» que tiene por un lado el límite del agua y una zona de gradas envolvente en dos alturas, de pie a ras de suelo y sentado, en la que se puede ver dos sesiones (a la 1 y a las 7 de la tarde) con unos cinco toros y vacas por cada pase. La zona bajo la grada es el acceso al área en la que se corre y burla a las reses, dotada de unas barras que impiden cogidas y que el anima se escape, además de varios elementos para esconderse entre las gradas y el agua. En la grada superior se accede pagando, hasta 5€ en el pase de la tarde. Caben varios cientos de personas, bajo el sol y sin restricciones de edad para los niños. Está clarísimo que el asunto tiene gancho y tirón popular, además de despertar curiosidad entre muchos turistas presentes (pocos extranjeros).
El espectáculo consiste en soltar un toro o vaca en el recinto y conseguir llevarlo hacia el lado del agua, para que caiga al mar. Los participantes buscan por un lado hacer recortes al animal (pasar muy cerca de los cuernos y conseguir burlar la embestida) o llevarle en persecución hacia el lado del mar, de manera que al no poder frenar caiga al agua. Una vez que el animal cae al mar se le agarra por la cabeza – unos operarios del ayuntamiento lo hacen con un bote – y acaba el turno de la res. A continuación se suelta otro toro y así sucesivamente hasta que caen uno por uno al agua, o bien se devuelve al redil. La impericia de estas personas que atrapan al toro en el agua ha causado la muerte por ahogo en más de una ocasión.
Los detalles importan. Ante todo son unas fiestas patronales, bajo el auspicio de la Iglesia como institución y en concreto la de Denia; los menores de edad no pueden participar en la burla del toro pero pueden verlo todo, incluidos los embestimientos y heridas graves que a veces reciben los participantes (o recortadores); lo animales sufren estrés, acoso, burla, deshidratación y shock al caer al agua, por mencionar solamente unos pocos; público y participantes se desatan y sacan lo peor de sí mismos.
Mientras documentamos con imágenes y sonidos los dos pases de Bous vemos individuos y grupos embrutecidos, agitados, convulsos con el animal y entre ellos. Hay un consumo de alcohol y porros más que evidente, incluso entre gente menor de edad. Alucinamos por la cantidad de chicas que participan. En la grada oímos a padres y madres engañar de forma ignorante a los niños que preguntan por el toro: «no, no le pasa nada…» Esta frase la vamos a escuchar muy a menudo al referirse al animal maltratado en los espectáculos que vamos visitando, incluso con amenazas por estar grabando y fotografiando. Pero sobre todo vemos de nuevo al toro humillado por su condición animal y maltratado como una cosa.
La fiesta no es tal sin su vínculo a la procesión de la Santísima Sangre. Acudimos a verla y documentarla y observamos que la representación de clase y política de la localidad abraza y exhibe con orgullo su fe, su apoyo a un ritual que significa la creencia en la sangre sagrada de Jesucristo. Hay redobles, música de marcha religiosa, mantillas, trajes, rostros compungidos y afectados por la espiritualidad cristiana, la figura de un Jesucristo yaciente que se pasea, y un cura que da instrucciones a todos con un walkie-talkie. La España de Berlanga y Buñuel vive y sobrevive. Cristianos, algunos, que dan la espalda a sus obligaciones humanas y como creyentes de respeto hacia los animales.